La mirada de Dios puede hacer de la fealdad un canto a la belleza. El Cristo colgado en la cruz, destrozado, abandonado y despreciado, se convierte en la belleza que transforma la realidad. Las manos de Dios recogen el barro y producen, sin esfuerzo, grandes obras de arte. Dios mira con otros ojos. Dios ve en nuestra pobreza la belleza más grande.
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