Me gustaría contar ese camino de Jesús en esos días. Recorrer sus huellas. Desde su corazón, desde lo que Él vivió en su interior. Lo que Él sintió. En esos días, desde su llegada a Jerusalén en los días previos a la Pascua, Jesús pisó caminos y tocó lugares. Quiero proponer acompañarlo, ir a su lado, pisar sus huellas y detenerme con Él en esos lugares que fueron hitos.
Hermoso su retiro padre Esteban…acabo de escuchar el audio…su relato fue muy conmovedor y lleno de emoción…le agradezco por esta cercanía a Jesús y a su camino por este encuentro con uno mismo….las preguntas muy acertadas y llegan hasta el fondo del alma misma…MIRARSE DESDE AHÍ DUELE Y ENTRISTECE PERO DEBEMOS HACERLO PARA ACEPTAR Y TRABAJAR NUESTRAS MISERIAS MAS INTIMAS….GRACIAS PADRE DIOS LO BENDIGA Y LA MATER SIEMPRE LO CUIDE…OJALA ALGÚN DÍA LO PUEDA CONOCER EN PERSONA. UN GRAN SALUDO Y BENDICIONES. Ivana .
Gracias por compartir este relato
Dios lo bendiga y bendiga al mundo entero
Gracias por el apoyo espiritual, que nos reconforta y ayuda a superar estos momentos tan duros y difíciles para todos. Cuídense mucho y desde Madrid, un fuerte abrazo de María Jesús y de Ángel.
Me encantó su retiro, me conmovió mucho su relato, lo senti tanto hasta las lágrimas . Nos hace reflexionar y mirar en el fondo de nuestra alma. Dios está en nuestro corazón. En el sufrimiento lo sentimos con más fuerza. Yo perdí (bueno, no, siguen vivos en mi corazón y en mi memoria) hace años a mis padres, 2 hermanos y 2 sobrinos; hace 5 años a mi marido. En mi dolor, mi pena, mi tristeza, Jesús estuvo conmigo, nunca me dejó sola. ¡Y qué difícil separarte de tus seres queridos!
Jesús me dice que mi vida vale la pena.
Gracias Padre
Mt 26,38. ¡Cuánta tristeza tendría el corazón de Jesús para hablar con esas palabras! Me conmueve. Se siente desolado. Se derrumba entre el cielo y los olivos. Él y su Padre se encuentran. No puede más. Ante su Padre es el hijo amado, dolorido. Le habla desde la verdad de su miedo. Si es posible, que pase este cáliz. Suda sangre, se postra. Es de noche. Está solo. Porque en esa hora todos estamos solos. Necesita que velen con Él sus amigos que están alejados a un tiro de piedra. Los necesita, pero están tristes y cansados y no pueden velar, caen dormidos. La soledad del huerto de los olivos me conmueve en esta Semana Santa. Pienso en mi propia soledad, en mi miedo al dolor y a la cruz. Me acerco y oigo la súplica de Jesús: «Padre mío, si es posible aparte de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya». Lc 22,42. No me creo que tu voluntad sea la muerte. Dios no quiere la muerte de su propio hijo. Tampoco ahora quiere la muerte de tantos. No lo quiere. Ama a sus hijos. Como Jesús ama a Lázaro. Como Jesús ama a tantos enfermos que sufren sin remedio. El cáliz, beber el cáliz. Cada día lo bebo en la eucaristía y no le tomo el peso a esa sangre que bebo, a esa vida que entra en mí. No entiendo el dolor ni la muerte. No entiendo lo incomprensible. No acepto a un Dios que quiera el mal para mi vida. No creo en un Dios que mande pruebas para probar mi fe, mi fortaleza, mi ánimo. No lo creo. Jesús me ama tanto como ama a Lázaro. Se conmueve al verme sufrir. Me arrodillo junto a Jesús. No quiero beber de este cáliz. Que pase de mí. Que me evite Jesús lo que menos quiero. ¿Cómo hago para vivir con paz en la tormenta? Mi corazón tiembla, sufre, se acongoja. Tengo tanto miedo a la muerte, al final de mis sueños, a las cenizas, a la cruz que es un madero abandonado en el Calvario.
Jesús quiera ahora que yo vele con Él. ¿Cómo es mi oración? Es abrir el corazón sinceramente ante quien me ama y me comprende. ¿Grito a Dios? ¿Le cuento lo que siento, lo que me hace temblar, lo que me da miedo? Me gustaría estos días buscar momentos de oración del alma. De postrarme junto a Jesús que todo lo comprende y contarle al Padre mi impotencia y mi dolor por los que sufren esta pandemia. Mi desgarro por los que están solos, mi miedo de perder a los que amo. No lo puedo controlar. Pienso en mi tristeza ahora al ver sufrir a tantos, a los míos. Lloro. Me duele tanto el dolor de los que están en casa. El dolor en los pasillos y en las salas de los hospitales. El dolor de los que mueren en sus casas. El dolor de los enfermos solos. ¡Cuánto dolor trae esta enfermedad incontrolable! Quisiera ser capaz de velar con Jesús en su huerto. Siento que me pide que vele ante ese dolor tan grande. Estoy triste y tengo mi razón para estar triste, hay motivos, lo reconozco. Es justo y necesario que esté triste. ¡Cuántas veces he estado triste sin motivo! Entonces no tenía motivos. He sufrido y me he puesto triste por causas insignificantes. Fracasaron mis planes y proyectos. No salió todo como yo quería. Y me pongo triste. Una tristeza evitable porque son proyectos tan pequeños, tan insignificantes. No merece la pena sufrir. Pero no se trata de la misma tristeza que siento ahora. La de ahora duele más, es más honda, más verdadera, más justa. Tengo razones para estar triste. El mundo está sufriendo una guerra contra un virus. 194 países afectados. Tantas vidas perdidas. Tantos ancianos y personas enfermas que mueren. Claro que importa. El dolor de los míos me duele. ¿De dónde brota la tristeza que tengo? ¿Qué me quita hoy la alegría? Siento tristeza y dolor por no poder abrazar al que despide a un ser querido. No puedo velar al que sufre. Tengo derecho al llanto. Jesús lloró porque tiene entrañas de misericordia. Yo quiero también llorar con esas entrañas llenas de misericordia, entrañas de madre. Mi dolor, mi pena, mi tristeza. Tengo derecho a estar triste. La tristeza es como una marea negra que todo lo cubre. Una tristeza que apaga el brillo de mis ojos. Estoy triste. En lo más profundo. ¿Por qué estaba triste Jesús esa noche? Había fracasado con Judas. No había logrado que lo amara. No había conseguido su fidelidad, su amor incondicional. Quizás es el dolor más grande, la traición de un amigo. Jesús está triste, porque los hombres no han comprendido su misión, su paso por este mundo. No han comprendido cómo es su reino. Yo también me he quedado tan a menudo apegado al domingo de ramos. Al domingo de mis sueños y victorias. He puesto mi felicidad en los lugares falsos. He pensado que Jesús era distinto. Pienso a veces que su tristeza es por el pecado del hombre, por su odio. También le entristece el daño causado al débil, la injusticia, la ira que hiere. Todo ese le causa dolor y tristeza. Pero sufre por la dureza del corazón del hombre. Y por ese amigo que hoy lo va a traicionar.
Perdón,
NO fue mi intención enviar esta parte del documento. Simplemente quería remarcar algunas frases, y se despachó el texto completo.
Saludos