Hoy acaba la Octava de Pascua. Ocho días en los que hemos acompañado al Señor Resucitado. Muchas veces, al celebrar estos días, me hago una pregunta: ¿No hubiera sido más fácil que Jesús se manifestara en su cuerpo glorioso a todos los que no creyeron en Él? ¿No hubiera sido más creíble ver a Cristo vivo cuando todos lo habían visto morir? Sin embargo, el camino de Dios, como siempre, no es el nuestro. El camino que sigue Cristo es el de aparecerse a los amigos, a los más amigos, a los que lloraban su ausencia o vivían con miedo y tristeza.
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