XXVI Domingo tiempo ordinario
Descarga Word. Miro el corazón y no me detengo en su aspecto. Voy más adentro, allí donde el alma se desvela y se muestra sin miedo. No hay juicio ni condena. La opinión importa menos. Y sí el amor verdadero.
Descarga Word. Miro el corazón y no me detengo en su aspecto. Voy más adentro, allí donde el alma se desvela y se muestra sin miedo. No hay juicio ni condena. La opinión importa menos. Y sí el amor verdadero.
Descarga Word. De su mano todo es más fácil y la vida tiene más color. Quizás menos orden y perfección. Pero tiene la sonrisa y la paz de los niños. Y la confianza en un Dios que cuida todos mis caminos.
Descarga Word Estoy llamado yo a decirle a mi Madre: «Aquí tienes a tu hijo». Aquí estoy dispuesto a dar la vida. Aunque me duela. La pierdo para ganarla. La pierdo para que tengan vida.
He ahí a tu madre, he ahí a tu hijo. La madre del P Kentenich lo consagró a María siendo niño. He ahí a tu hijo. Ese fue el último evangelio que proclamó antes de morir tras celebrar la eucaristía. María había cumplido su promesa de ser su Madre.
Descarga Word. Quiero ser lugar de encuentro en el que Jesús se haga presente llenando de luz mi vida. Quiero ser capaz de acoger y comprender. Quiero estar cerca del que más necesita, del que más sufre.
Descarga Word. Hablo de ese Dios enamorado que me ha enamorado. Me ha dado el fuego para ser portador de una esperanza definitiva, verdadera, en medio de muchas esperanzas pobres y pequeñas.