María nos enseña a ser niños, para que quepamos en el corazón de Dios Trino. Aprendemos a mirar la vida con sus ojos. A alegrarnos de nuestra pequeñez. Dios se fija en los pequeños.
Juntos podemos lograr el milagro. No estamos solos. En medio de la noche caminamos con otros, rezamos en otros, nos sostienen y sostenemos. Y entonces el espíritu rompe las puertas.
¡Qué importante vencer la tristeza con sonrisas! Vencerla con la alegría que sólo nos da Dios. Que no nos quiten nunca las ganas de luchar y de aspirar a las cumbres más altas.
Si logro descansar en Dios escucho el nombre que pronuncia a mi oído. Mi nombre, mi verdad, la palabra de mi vida. Soy suyo. Soy su sarmiento. Sólo en Él mi vida tiene sentido.